martes, 4 de noviembre de 2008

Desde mi jardín

Una vez tuve oportunidad de hablar con un Ingeniero Agrónomo. Se me ocurrió hacerle la siguiente pregunta: "¿Cuál es el cultivo más caro y más inútil?". Pasando de la larga mirada que me lanzó, la respuesta fue obvia: El Césped.

Alguien puede opinar que el césped hace bonito, y produce oxígeno. Lo primero es cuestión de opinión, lo segundo es materia de discusión: la cantidad de gas carbónico que gastamos en mantener el césped en condiciones (cortadora de césped, cortadora de bordes, abonos artificiales, etc.) puede compensar la balanza, y negativamente.

Así pues, ¿porqué mantener un pedazo de césped en tu jardín?

Aparte de que hace bonito, y puedes colocar la toalla sin mancharla mucho, ¿para qué sirve?

Pero el césped no tiene, realmente, la culpa. No es un cultivo inútil por sí, sino porque lo queremos de esa manera.

Supongamos que hubiera un método para convertir el césped en productivo. Y que ahorrara gastos. Mi solución preferida se llama "Oveja".
Una oveja convierte un césped caro, bonito e improductivo en un césped igual de bonito, barato y productivo. Todo un logro de la ciencia.
Las ovejas producen leche, lana y carne. Todo consecuencia de eso que tiramos semanalmente al cortar el césped. Y sin consumo de aparatos carísimos ni combustible fósil. Además las ovejas producen naturalmente unas bolitas de abono que son ideales para para mantener un césped en perfectas condiciones.
¿Porqué no se usan ovejas, entonces?
Por una cuestión estética. Las bolitas de abono producto de las ovejas tienen un ligero olor, muy ligero, y un color inapropiado. Las bolitas de abono que se compran para el césped (alguien tenía que inventarlas, no era difícil) tienen otro olor y un precioso color azul.
Espero que pronto inventen ovejas con caca color azul. Serían la bomba.

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