lunes, 15 de diciembre de 2008

¡Feliz Navidad!

Por fin ha llegado. Como todos los años, al final. Descansaremos alumnos y profesores, habrá villancicos, obras de teatro escolar, belenes. Se pintarán cristales y pondremos el árbol.
¿Natural o artificial?
Por supuesto, por supuesto, natural. Eso decía yo. Hasta que descubrí que un árbol en casa en Navidad es un árbol muerto. Lo que devolví -por supuesto, me aseguré de comprarlo en un sitio que prometía replantarlo- estaba, si no muerto, sí a punto de fallecer.
Nunca más. El año siguiente me compré un árbol sintético, sabiendo que, a pesar de todo, me duraría muchos años. Eso estaba y está en mis manos. Lo cuido mucho, sabiendo que ha de durar.
La otra opción es no tener árbol. Pero, ¿quién discute con una hija pequeña?
Nosotros. Continuamente. En algún sitio hay que ceder, y yo he cedido en el árbol. Con condiciones. Un árbol, uno solo. Sintético.
Así que, en estos días de comilonas, despilfarro, contaminación lumínica y sonora...
¡Feliz Navidad!

lunes, 8 de diciembre de 2008

Malthus

Cuando yo era joven, se hablaba muy mal de Malthus. En la actualidad es peor, porque ni se habla. Y la teoría de Malthus es tan simple que debe ser cierta.
Repasando para los jóvenes que no han llegado a oír hablar de él: Malthus decía que, si la población crece exponencialmente y la producción de alimentos sólo crece linealmente, llegará un momento en que no haya alimentos para todos.
Desde que tengo uso de razón no ha habido alimentos para todos. Eran hambrunas consecuencia de la desertificación o de falta de lluvia, pero hambrunas. La ayuda internacional y la solidaridad resolvían el problema. Salvo por el pequeño detalle de que el problema no se resuelve con tanta facilidad.
Desde entonces ha habido dos revoluciones verdes, y vamos camino de la tercera. Esas dos revoluciones han alejado el fantasma del hambre mundial. Lo han alejado, pero la sombra de Malthus es alargada. Muy alargada.
Los países ricos hemos conseguido continuar siendo ricos, gracias, sobre todo, a la caída en picado del índice de natalidad. Ningún país rico tiene su índice de natalidad por encima del 2.
China, después de años de política del hijo único, está comiéndose al mundo. Ha despertado, gracias a ser un país comunista y capitalista a la vez que ha logrado no consumir todos sus recursos.
En África ha habido cientos de guerras que, en su mayor parte, han pasado desapercibidas. Y según son más altos los índices de natalidad, mayor probabilidad hay de conflicto.
¿Cómo controlar una especie que crece exponencialmente? Lo habitual son: depredadores, enfermedades, hambre. ¿Y si la especie es humana? Guerra, peste, hambre. Dado que los humanos no tenemos ningún depredador efectivo, tenemos que ocupar nosotros mismos ese lugar: “el hombre es un lobo para el hombre”. Y, de regalo, el SIDA.
A menudo se echa mano de la educación como la panacea para todo. No siempre funciona, ni siquiera a menudo.
Pero aquel hombre que tenga más de tres hijos es un estúpido integral. O no ha recibido la educación correcta.
Y lo realmente correcto es dos o uno. Los hijos no nacen con un pan debajo del brazo, ya no.

lunes, 1 de diciembre de 2008

¡Qué miedo! (II) Nuclear

Como prometí hace unos días, toca hablar de la energía nuclear.
En mi apunte de hace una semana, dije que lo que más miedo me daba era que alguien, especialmente un político, dijera que “eso” era buenísimo, sin efectos secundarios, lo más de lo más. Que la palabra “inocuo” me hace estremecer, que “no pasa nada” me hace pensar en salir corriendo y que “totalmente seguro” me hace mirar a mi alrededor buscando dónde esconderme.
Bueno, pues con la energía nuclear es peor.
Todo el mundo con dos dedos de frente, con una conexión a Internet o con memoria sabe que la energía nuclear es peligrosa. Pues a pesar de eso, la belleza o fealdad de la energía nuclear depende, no tan siquiera del color del político de turno, sino de las circunstancias de ese político.
Socialistas franceses han defendido a muerte la energía nuclear mientras los socialistas españoles cerraban o intentaban cerrar centrales nucleares. ¿No pueden ponerse de acuerdo?
Sí claro. Los socialistas españoles de ahora, defienden –las mismas caras, no otros distintos- la creación de centrales nucleares para reducir las emisiones de carbono a la atmósfera. Ha cambiado la situación, cambia el discurso.
Digámoslo claramente, para que nos entiendan: CHERNOBIL. Una chapuza gestionada por comunistas. ISLA DE LAS TRES MILLAS. Una cuasi-chapuza gestionada por el gobierno estadounidense de turno, las derechas. En esta competición de descerebrados, por ahora, ganan los rojos. A los puntos.
Ahora dicen que es limpia y barata. La fisión nuclear NO es limpia. La fusión, si algún día se consigue, seguramente tampoco. No es energía limpia, sino altamente contaminante. Y respecto a lo segundo…
La energía nuclear es barata porque, aunque el uranio es carísimo y con un precio no regulado por la ley de la oferta y la demanda, las empresas suministradoras de electricidad de origen nuclear cobran sólo una parte del coste.
Porque el coste es altísimo. Veamos: ¿Cuánto cuesta almacenar durante veinte mil años los residuos nucleares y mantener una vigilancia constante sobre su estado, evitando las fugas controladas o no?
Se supone que se puede inventar un sistema de almacenamiento de residuos nucleares en el que sean imposibles las fugas y no necesiten control.
Salvo que no existe o no se usa. Por ejemplo, en España. España prefiere que “otros” carguen con el muerto.
Y algunos de esos otros, lo tiran al mar y ya está.
A lo largo de mis muchos años he pasado del asombro –cuando aprendí sobre el tema- a posturas, más o menos anti-nucleares, en función de quién decía la estupidez más gorda.
Y a veces ganan los ecologistas-sandías.
Porque, aunque se pongan muy, muy tontos no se debe cerrar una central nuclear.
Y si quieres saber porqué, vas a tener que estudiar mucho.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

¡Qué miedo!

Si hay algo que me da miedo, realmente miedo, es escuchar a otra persona decir que algo, lo que sea, es totalmente seguro, bueno y que no perjudica para nada.
Y es que, a estas alturas, soy ya demasiado viejo para creérmelo.
Empezó con los halones. Eran lo más de lo más. Más inertes que un gas noble, menos perjudiciales, más baratos. Perfectos, vaya. Luego resultó que no, que tenían trampa. Ahora los llaman CFC y están en la lista negra del mundo. Desde que se descubrió que esos angelitos se dedicaban en su tiempo libre a destruir la capa de ozono. Y, como la gente es optimista, tuvimos que esperar hasta las pruebas físicas reales –el agujero- antes de tomar medidas.
Después, los antibióticos. ¿Quién puede hablar mal de los antibióticos? Han salvado millones de vidas, son buenísimos.
Pero algunas voces discordantes decían que no se podían dar como si fueran sopa. Que se podían crear cepas de bacterias resistentes. ¿Y qué? Hay muchos, los investigadores descubren más todos los años. No hay problema.
Y tanto que no hay problema. Hasta tal punto no hay problema, que se venden en determinados productos de limpieza, para garantizar una higiene total. Lo más de lo más. Lo malo es que garantizan que, el producto en sí puede destruir el 99’9 de las bacterias, si se usa de la manera correcta. ¿Y si no se usa la manera correcta? En cualquier caso, el 0’1% de las bacterias queda incólume, lo que significa que, a la velocidad con que se reproducen, al día siguiente hay la misma cantidad de bacterias pululando por ahí. Cualquier cosa inferior al 100% no sirve de nada. Y se pueden crear cepas resistentes al antibiótico. Pero no pasa nada, ¿verdad?
Lo que, hasta los ministros de sanidad ignoran, es que a las bacterias les gusta el sexo. No es broma. Les gusta tanto que comparten información genética con otras bacterias sin importarle su raza, aspecto, color ni ocupación. Es decir, que son absolutamente liberales a la hora del sexo. Lo que significa que una bacteria resistente a un antibiótico se lo va a contar a todas las demás. A todas.
Por cierto, el 99’9 % y algunos nueves más de bacterias pasan de nosotros. Ni crean enfermedades, ni les gusta vivir en nuestro cuerpo. ¿Por qué esa manía con destruirlas?
Y, los antibióticos no son inagotables. Hay varias familias, y cuando se es inmune a uno, se es inmune a todos los antibióticos de la misma familia. En esa carrera, tenemos todas las de perder. Pero poca gente parece darse cuenta.
Pero, cuando realmente me entra miedo es cuando lo dice un político.
Los políticos tienen asesores. Y puede que alguno sepa de qué va el tema. Lo que no sé es si el político ha decidido usar lo que dice el que sabe, el que cree que sabe o el que le dice lo que tiene que decir para no hundir la industria del país. Ha ocurrido con las vacas (locas), los pollos (griposos), los cerdos (la fiebre porcina ha sido un secreto a voces en España por muchos años).
Así que, cuando alguien dice que algo es totalmente seguro, me echo a temblar.
Y, parafraseando a Tip y Coll, la semana que viene hablaremos de… la energía nuclear.

lunes, 17 de noviembre de 2008

¿Reciclar? ¡Pero que dices! (II)

Volvamos a las tres R:
-Reutilizar: volver a utilizar una cosa para lo que ha sido diseñada. Una botella, por ejemplo (el casco)
-Recuperar: utilizar una cosa (o parte de ella) para un objetivo distinto. Por ejemplo: hacer una lámpara utilizando como pie una botella.
-Reciclar: destruir un objeto para volverlo a crear.

Cuando las empresas de reciclado dicen que fabricar una botella cuesta 1.000 y reciclarla sólo 100 se está olvidando (un olvido totalmente voluntario) que reutilizarla cuesta sólo 1. Claro que no es de esperar que una empresa de reciclado tire piedras contra su propio tejado. Otra cosa son las administraciones que se ha subido al carro del reciclado porque es "políticamente correcto" olvidando lo realmente correcto.

Lo que viene al caso de un documental que he visto este fin de semana. Hablaba de África, de Costa de Marfil y del "mayor centro de reciclado del mundo". En ese sitio compraban coches y camiones usados (de más de diez años) y los hacían funcionar otros veinte más (REUTILIZACIÓN). Cuando ya no podía ser, lo convertían en cosas como carretillas (RECUPERACIÓN). En ningún momento se reciclaba nada, porque para eso se necesita una tecnología que no estaba a su alcance.
Recordemos: reciclar es volver a meter el material en el ciclo de producción. Destruir para volver a crear. En Costa de Marfil no lo hacen: con lo que tienen, mucho trabajo y más imaginación se dedican a recuperar, pero no a reciclar.

Mención aparte merece el cartón. El papel usado, su único destino posible es el reciclado. De acuerdo. Pero el cartón puede ser reutilizado y recuperado antes de pasar al reciclado. Y además tiene un buen precio, por lo que entre cartoneros (ilegales) y empresas de reciclado (que se supone pagan sus impuestos) viven gracias a convencer a la población de dos cosas: que hay que reciclar y que no tiene valor.
No tendrá valor, pero tiene un buen precio.
Muchas empresas recuperan el valor del cartonaje. Día, AhorraMás, todos los hipermercados. Pero a las pequeñas empresas y las personas de a pie se nos ha convencido que no puede venderse en un chamarilero (¿qué ha pasado con ellos?). Porque hay que colaborar con el medio ambiente.
¿Alguien nota la contradicción?

lunes, 10 de noviembre de 2008

¿Reciclar? ¡Pero qué dices!

Cuando yo era joven y escuchaba una voz que decía: "Carlos, baja a la bodega y compra una gaseosa" lo primero que hacía era coger el casco.
El Casco. Ni de bombero, ni de currante en una obra. La botella de gaseosa vacía, porque si no, no te daban una llena.
Muchos años después, leí como un periodista novato se asombraba porque las personas de edad reciclaban más que los jóvenes.
A la fuerza. Estaban acostumbrados desde pequeños que el vidrio, el papel y casi todo lo demás tenía valor.
Se vendía el cable antiguo. Se vendían los periódicos viejos. Se vendían los viejos electrodomésticos. Por casi nada, pero tenían un valor.
Ahora todas esas cosas siguen teniendo valor. Lo que han perdido es el precio.
Se espera de nosotros que reciclemos. Que regalemos el valor del cartón, del papel, del vidrio a empresas por el bien del medio ambiente. No tienen valor hasta que los depositamos en el contenedor correspondiente. Entonces sí valen, a la empresa que se dedica a revenderlo.
¿Por qué reciclar?
Porque no nos han dejado otra salida.
Pero hay personas que no olvidamos las tres R: Reutilizar, Recuperar, Reciclar. Y el orden es importante.
Claro que a las empresas, mantener el circuito de reutilización les cuesta dinero. Bebidas, yogures, etc. Sin contar con las magdalenas empaquetadas individualmente y cosas así. Es mejor que el usuario pague y ya está.

Todo esto volvería a los orígenes en el instante en el que el gobierno estableciera un impuesto de sociedades (empresas) en función de su capacidad de reutilizar envases. Un tipo mínimo del 20% si reutilizan. Un 30% si su material es recuperable. Y un 40 ó 50 % si su producción no lo es.

Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato?

martes, 4 de noviembre de 2008

Desde mi jardín

Una vez tuve oportunidad de hablar con un Ingeniero Agrónomo. Se me ocurrió hacerle la siguiente pregunta: "¿Cuál es el cultivo más caro y más inútil?". Pasando de la larga mirada que me lanzó, la respuesta fue obvia: El Césped.

Alguien puede opinar que el césped hace bonito, y produce oxígeno. Lo primero es cuestión de opinión, lo segundo es materia de discusión: la cantidad de gas carbónico que gastamos en mantener el césped en condiciones (cortadora de césped, cortadora de bordes, abonos artificiales, etc.) puede compensar la balanza, y negativamente.

Así pues, ¿porqué mantener un pedazo de césped en tu jardín?

Aparte de que hace bonito, y puedes colocar la toalla sin mancharla mucho, ¿para qué sirve?

Pero el césped no tiene, realmente, la culpa. No es un cultivo inútil por sí, sino porque lo queremos de esa manera.

Supongamos que hubiera un método para convertir el césped en productivo. Y que ahorrara gastos. Mi solución preferida se llama "Oveja".
Una oveja convierte un césped caro, bonito e improductivo en un césped igual de bonito, barato y productivo. Todo un logro de la ciencia.
Las ovejas producen leche, lana y carne. Todo consecuencia de eso que tiramos semanalmente al cortar el césped. Y sin consumo de aparatos carísimos ni combustible fósil. Además las ovejas producen naturalmente unas bolitas de abono que son ideales para para mantener un césped en perfectas condiciones.
¿Porqué no se usan ovejas, entonces?
Por una cuestión estética. Las bolitas de abono producto de las ovejas tienen un ligero olor, muy ligero, y un color inapropiado. Las bolitas de abono que se compran para el césped (alguien tenía que inventarlas, no era difícil) tienen otro olor y un precioso color azul.
Espero que pronto inventen ovejas con caca color azul. Serían la bomba.

martes, 28 de octubre de 2008

Bienvenidos

Una vez dije a mi esposa, en plan de broma: "Yo, es que ya soy un viejo verde". Ella me miró un rato lo suficientemente largo como para preocuparme, antes de responder:
-Bueno, viejo eres. Verde también.
Tenía razón, por supuesto. Ya soy viejo y llevo mucho tiempo siendo verde.
¿Qué significa realmente ser verde? Por mi especial amor a la ciencia ficción, el adjetivo se expande en lugar de contraerse. Verde significa amar a los BEM, monstruos de ojos saltones. Significa estar preparado para pensar planetariamente y no sólo en mi barrio, mi ciudad, mi autonomía o mi país. También significa estar preparado para preocuparse por temas que dejan indiferentes a la gran mayoría de los ciudadanos. Verde significa pensar en el futuro, más que en el presente. Todo eso puede significar ser verde.
Pero hay cosas que, realmente, no significa. Lo más importante es que no soy una sandía.
Se dice de los partidos verdes que son sandías. Es decir, que son verdes por fuera y rojas por dentro. Eso es cierto excepto en España, cuyos partidos verdes deberían ser considerados tomates: rojos por fuera y rojos por dentro.
Cualquier persona con dos dedos de frente, que piense en lo que hizo la antigua Unión Soviética con el mar de Aral, que piense en lo que está haciendo la actual China con la contaminación atmosférica o la presa de las tres gargantas, no puede ser rojo. Ni por dentro ni por fuera.
Ser verde, tal y como yo lo considero, es estar en el centro. No en el centro político que está entre las derechas y las izquierdas, sino en el otro centro: ese centro que está a la misma distancia de todo, porque es el centro real. Que busca, analiza y toma una decisión propia y meditada. Después, actúa, en la medida en que puede. Ese centro que explica sus razonamientos pero no los impone.
Solo que es muy difícil a la hora de ir a votar.