lunes, 8 de diciembre de 2008

Malthus

Cuando yo era joven, se hablaba muy mal de Malthus. En la actualidad es peor, porque ni se habla. Y la teoría de Malthus es tan simple que debe ser cierta.
Repasando para los jóvenes que no han llegado a oír hablar de él: Malthus decía que, si la población crece exponencialmente y la producción de alimentos sólo crece linealmente, llegará un momento en que no haya alimentos para todos.
Desde que tengo uso de razón no ha habido alimentos para todos. Eran hambrunas consecuencia de la desertificación o de falta de lluvia, pero hambrunas. La ayuda internacional y la solidaridad resolvían el problema. Salvo por el pequeño detalle de que el problema no se resuelve con tanta facilidad.
Desde entonces ha habido dos revoluciones verdes, y vamos camino de la tercera. Esas dos revoluciones han alejado el fantasma del hambre mundial. Lo han alejado, pero la sombra de Malthus es alargada. Muy alargada.
Los países ricos hemos conseguido continuar siendo ricos, gracias, sobre todo, a la caída en picado del índice de natalidad. Ningún país rico tiene su índice de natalidad por encima del 2.
China, después de años de política del hijo único, está comiéndose al mundo. Ha despertado, gracias a ser un país comunista y capitalista a la vez que ha logrado no consumir todos sus recursos.
En África ha habido cientos de guerras que, en su mayor parte, han pasado desapercibidas. Y según son más altos los índices de natalidad, mayor probabilidad hay de conflicto.
¿Cómo controlar una especie que crece exponencialmente? Lo habitual son: depredadores, enfermedades, hambre. ¿Y si la especie es humana? Guerra, peste, hambre. Dado que los humanos no tenemos ningún depredador efectivo, tenemos que ocupar nosotros mismos ese lugar: “el hombre es un lobo para el hombre”. Y, de regalo, el SIDA.
A menudo se echa mano de la educación como la panacea para todo. No siempre funciona, ni siquiera a menudo.
Pero aquel hombre que tenga más de tres hijos es un estúpido integral. O no ha recibido la educación correcta.
Y lo realmente correcto es dos o uno. Los hijos no nacen con un pan debajo del brazo, ya no.

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